Corazones Inflamables

De cenizas resucitamos con el conjuro del tiempo y del dulce recuerdo. Fuertes nos hicimos en días de lluvia, temblamos con el frío de la noche y agradecimos caricias de Soles encendidos. Cielos sin techo nos alejaron más y más de una felicidad efímera, y ahogamos penas en rincones oscuros de estrellas apagadas.

Quisimos aprender a no sentir, a no sangrar mas lágrimas destinadas a la estación del olvido. Y rezamos sin creer incluso en nosotros mismos, sin poder alzar la mirada mas allá de un horizonte. Fuimos arquitectos de corazas de barro, de escudos inertes que no aguantaron el baile de unos corazones de hojalata. Y nos hicimos vulnerables cuando nadie nos vió, lloramos bajo máscaras de sonrisas que adornaron nuestros rostros de piedra.

Debimos sucumbir, arrodillarnos ante el motivo de nuestros sueños de madrugada y aceptar que necesitamos latir en una taquicardia de pasiones perpetuas. Cobardes fuimos en demasiadas ocasiones y no merecimos latir mas allá de un amanecer. Pero supimos que fuimos creados para arder, para latir al lado de un pecho, de una mirada y de una piel. Hoy la llama renació, volvió a derretir el hielo de las noches de invierno. Nuestro castigo y nuestra bendición es que fuimos, somos y seremos corazones inflamables.