Cuando lloren las canciones

Apaguen la luz, cierren los ojos y escuchen esta melodía. Olvídense por un segundo de todo lo que les rodea y dejen la mente en blanco. Sientan como la magia del sonido les envuelve, descubran como aún existen melodías que llegan mas allá de la frontera del oído.

Hoy en mi habitación escucho las notas del piano de Erik Satie y me asomo a la ventana, afuera el frío sigue mordiendo en cada caricia y las luces se van apagando como ténues luceros del alba. La música pone la banda sonora a un anochecer de invierno, donde el frío traspasa la piel hasta llegar a los huesos.

Apoyo mi mano sobre el cristal y mi reflejo me descubre sorprendido entre la penumbra de mi estancia. Sueño inmerso en las notas de piano que se clavan como espinas, que dejan regueros de melancolía en las horas muertas de la noche. Pasan pocas personas por la calle ya, en busca del cobijo de sus casas, y estos pocos valientes van escudados en ropas de abrigo y gorros de lana que apenas les dejan ver sus ojos. Me pregunto en ese instante cómo Erik Satie pudo plasmar tanta emotividad en un viejo pentagrma y darle vida con nota de piano.

La musica sigue, la degusto, la siento, la noto. Si aun no cerraron los ojos no sigan leyendo, no hasta que la melodia acabe, no hasta que no los vuelvan a abrir, háganme ese favor, esperen a que el piano deje de llorar....

Acaba la canción. Enciendan la luz, abran los ojos y escuchen de nuevo la melodía. Ahora las notas duelen menos, ahora es solo una canción mas. Quizás su magia radique en la oscuridad o en la soledad de la escucha.

La luz de la calle se acuesta y doy la luz de mi habitación, la magia del momento se rompe, suena la televisión mas allá del pasillo. Por esta noche quito la música, hasta la próxima vez que vuelva a degustar la gran obra de Erik Satie, cuando vuelva a soñar despierto, en especial cuando las canciones lloren melodías, en cada nota y en cada lágrima.