Mis queridos desconocidos
Siempre las estaciones de tren me han hecho sentir una cierta melancolía. En especial cuando se va el sol y se está a solas esperando al tren la tristeza inunda los raíles y la poca luz amarilla se ahoga en la boca del túnel. Ahora hace algo de frío, quizás debería haberme abrigado algo más. Inmerso en mi reproductor de música en ese breve espacio entre canción y canción logro escuchar un sonido lejano y dos puntos de luz iluminan las paredes de ese frío túnel esperando a escupir el primer vagón que me lleve a casa. Llega el tren, voy al último vagón, el de los silencios, el que casi siempre está vacío. Abro las puertas y busco "mi asiento", es el de la esquina junto a la ventana de cristal. Me siento y observo a la poca gente que me acompaña, son mis queridos desconocidos, los de casi todos los días.
Cada uno con una vida distinta a la del resto , a pesar que todas confluyen en ese mismo lugar cada día. Giro la cabeza y la oscuridad del exterior hace que mi rostro se refleje en el manoseado cristal.
Delante un hombre mayor, luce unas manos gastadas como su mirada, la cual recorre las últimas hojas de un arrugado periódico que está destinado a acabar en una papelera.
Al fondo una mujer de mediana edad con la mirada perdida, quizás pensando todo lo que hizo en el día y aun todo lo que le queda por hacer antes de poder descansar. Como ella mas de uno aprovecha estos pequeños viajes para ordenar un poco las piezas de ese puzzle que llamamos vida o rutina...¿ que mas da?
Nos paramos. Un pitido y un cambio de temperatura confirman que alguien monta en esta estación. Una joven mujer de pelo travieso entra con una carpeta en sus manos. Se sienta junto al hombre que aun no pasó de página el periódico. La chica por su respiración parece que cogió el tren por los pelos. Abre la carpeta y saca un pequeño libro de bolsillo con la portada oculta tras papel de regalo, guardando así la intimidad de su libro, y por qué no, la suya propia. Sus ojos recorren el libro, lo devora, lo disfruta, lo vive.
Una pequeña sonrisa se me escapa mientras pienso que quizás les dedique un post a mis acompañantes silenciosos. Así llego a mi destino, me levanto y me voy, cada uno sigue a lo suyo, no me despido ya que no les saludé, pero cuando las puertas se cierran tras de mí y veo alejarse ese último vagón, espero que sean felices cada cual en a su manera, sin importar como se llamen ni de donde sean. Espero volver a encontrarmelos en ese último vagón o en cualquier otro tren.
Y que el hombre mayor no desgaste mas sus manos y que siga leyendo como hasta ahora lo hizo, que la mujer de mediana edad consiga unir cada una de esas piezas del puzzle y que la joven disfrute ese libro con un final feliz. Que sean felices al fin y al cabo.
Cada uno con una vida distinta a la del resto , a pesar que todas confluyen en ese mismo lugar cada día. Giro la cabeza y la oscuridad del exterior hace que mi rostro se refleje en el manoseado cristal.
Delante un hombre mayor, luce unas manos gastadas como su mirada, la cual recorre las últimas hojas de un arrugado periódico que está destinado a acabar en una papelera.
Al fondo una mujer de mediana edad con la mirada perdida, quizás pensando todo lo que hizo en el día y aun todo lo que le queda por hacer antes de poder descansar. Como ella mas de uno aprovecha estos pequeños viajes para ordenar un poco las piezas de ese puzzle que llamamos vida o rutina...¿ que mas da?
Nos paramos. Un pitido y un cambio de temperatura confirman que alguien monta en esta estación. Una joven mujer de pelo travieso entra con una carpeta en sus manos. Se sienta junto al hombre que aun no pasó de página el periódico. La chica por su respiración parece que cogió el tren por los pelos. Abre la carpeta y saca un pequeño libro de bolsillo con la portada oculta tras papel de regalo, guardando así la intimidad de su libro, y por qué no, la suya propia. Sus ojos recorren el libro, lo devora, lo disfruta, lo vive.
Una pequeña sonrisa se me escapa mientras pienso que quizás les dedique un post a mis acompañantes silenciosos. Así llego a mi destino, me levanto y me voy, cada uno sigue a lo suyo, no me despido ya que no les saludé, pero cuando las puertas se cierran tras de mí y veo alejarse ese último vagón, espero que sean felices cada cual en a su manera, sin importar como se llamen ni de donde sean. Espero volver a encontrarmelos en ese último vagón o en cualquier otro tren.
Y que el hombre mayor no desgaste mas sus manos y que siga leyendo como hasta ahora lo hizo, que la mujer de mediana edad consiga unir cada una de esas piezas del puzzle y que la joven disfrute ese libro con un final feliz. Que sean felices al fin y al cabo.
3 Comments:
Hemos hablado de ste tema, de cm ciertos lugares y ambientes nos llevan hasta la melancolía, pero tu tienes el don de hasta hablando de esaciones, tristeza y frío todo loq eu digas resulte exquisito
MUAK WITO
que bonito ^^, me llama mucho la atencion que observes de esa manera, es decir, yo puedo mirar a la gente y en un momento dado preguntarme algo sobre ellos, pero no recordarlos para un post , no "simpatizo" asi interiormente con la gente, no se si me explico , por eso me llama la atencion este tipo de post tuyos, quien sabe si alomejor algna vez alguna de las personas de las que habla lee tus post y se ve en uno de llos ^^, alomejor se reconoce o alomejor no pero estria curioso ^^. Besos wapoooo!!!, mi bilbeño q sensibilidad tiene , jaja. Te quiero wapo!
Cuántas historias anónimas encierran los vagones del metro...
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