viernes, febrero 06, 2009

Princesa de Viana


El otoño llegó a su piel, arrugando años de caricias pasadas, así la encontramos en su palacio de cristal. Torpe, como el niño que aprendió a trompicones a caminar, así nos dejó pasar mas allá del umbral de su puerta... y del de su corazón, quizás, tal vez, intentando latir mas allá de recuerdos en blanco y negro.

Y en su salón, orgullosa de una vida de amores zamoranos, nos relató con alegría el orgullo de un puchero para su hijo, porque los jueves en su palacio sus ganas de vivir florecen y no existe mayor excusa que la de su sonrisa.

Pero sus ojos vidriosos delataron su soledad, anclada a la luz de las velas de un Santo que siguió guardando un respetuoso silencio, mientras su voz, esta vez necesitaba ser escuchada por nosotros.

Y así, entre sonrisas y pequeñas confesiones, como testigos de un anochecer, en silencio nos despedimos de su compañía, no sin antes llevarnos un cachito de su corazón unido al nuestro.

Y aunque hiciese frío fuera, en el palacio de la princesa de Viana, los jueves, recuerden, siempre son primavera.